1 de diciembre de 2012

Entrada de Blog


Hace un par de días estaba buscando en la red algo sobre Góngora y, por medio de los consabidos vericuetos del internet, di con una entrada de blog en la que se usaba el verso que yo buscaba para argumentar algo sobre la naturaleza humana y su propensión hacia el pecado. El blog no me pareció del todo mal así que di click sobre el título/banner que me dirigiría hacia la página principal del sitio. Descubrí que la última entrada, fechada en 2008, había sido escrita por la esposa del bloguero habitual, al parecer un hombre entrado en años. En esa entrada final, la mujer explicaba que su esposo había sido hospitalizado por causa de una trombosis, o algo parecido, y que era muy posible que no se recuperara. Pedía también a los comentaristas regulares que se abstuvieran de escribir sus improperios de costumbre ya que la gravedad de la situación así lo requería. Terminaba su texto con un vislumbre de esperanza en el que se cifraban más sus anhelos que la dura realidad. La falta de publicaciones desde ese año hasta hoy es más que elocuente. No es difícil reconstruir la tragedia vivida por la pareja. Imaginé incluso el cuarto de hospital, los hijos y los nietos consternados en los pasillos y en el área de fumadores, la mujer sola preparando el té un día después del entierro, mirando con nostalgia el lugar que su esposo solía ocupar en el desayunador, los libros, las fotos, los anteojos que conservaban todavía la mancha de uno de los dedos. Admito que me puse triste un rato. Después pensé en todos esos blogs olvidados, como este mismo, en todas las historias que se ocultan detrás de ellos. Intenté imaginar cómo eran todos esos sujetos reales, ocultos al otro lado de los blogs que frecuento, que en una noche de insomnio capturan en sus compus un pálido sucedáneo de su tragedia personal. También me puse triste por todos ellos. Intuí que debía compartir esta experiencia no porque vea en ella una revelación filosófica o poética, sino porque imagino a un lector extraviado, lejano en el tiempo y en el espacio, que tal vez se pregunta qué pasó con este blog en ruinas, qué motivó el abandono de este montón de falsos testimonios que he acumulado en mi contra y que tan impúdicamente he exhibido. Quiero decirle a él que acá todo estaba bien y que hubo momentos de auténtica dicha, que no deje de escribir porque no se sabe quién pueda estarlo leyendo ni cuándo ni con qué perspectiva. Que tal vez eso que él cree insignificante provocará en otro lector algo valioso algún día.