1 de abril de 2018

Gustavo Espinosa

En esta ocasión quiero hablarles de un escritor uruguayo poco conocido en nuestro país, Gustavo Espinosa. No es un escritor montevideano, sino nacido en la provincia de Treinta y Tres, en 1961, lugar en el que radica desde 1986. Tal vez precisamente por este aislamiento, su obra problematiza el tema de lo provinciano frente a lo cosmopolita. Sus personajes generalmente oscilan entre estos dos polos: la cultura de masas difundida por la tradición anglosajona y el sentir vernáculo expresado por las clases populares de la región.
            Treinta y tres es, para Espinosa, su ciudad natal, pero también un territorio puramente literario, como la Santa María onettiana. En este espacio se desarrollan todas sus historias y su trabajo poético lo evoca igualmente con dolorosa nostalgia. Se trata de un espacio que se constituye coralmente, por la perspectiva de personajes marginados, derrotados y lumpen.
            Por supuesto que dar voz a los personajes y representar su cosmovisión en una polifonía abigarrada, no quiere decir que la oralidad recreada excluya lo poético. Los personajes más bajos son capaces de las más elevadas creaciones poéticas en su discurso sin por ello caer en lo inverosímil. En todo caso, de ellos se extrae una agridulce interpretación del mundo que no excluye el tono humorístico. Y el humor ocupa un papel preponderante en el trabajo del uruguayo, ayuda a los personajes a sobrevivir el horror y la soledad, y a combatir la decepción del porvenir.
            Además de escritor, Espinosa ha sido profesor de literatura y columnista sobre temas de cultura. Se dio a conocer como poeta con el libro Cólico miserere (2009), y su fascinación por la música lo llevó a integrar varias bandas de rock y blues. Menciono esto, porque la música forma parte central de su creación literaria. Es el lenguaje de los sentidos y del instinto, además del medio por el cual los personajes desclasados y bajos adquieren su educación sentimental. También, desde luego, hay personajes que conviven con la música desde una perspectiva culta, proyecciones autorales normalmente, pero que acaban por contagiarse de la manera puramente intuitiva que tienen los otros personajes de relacionarse con ella.
            Los recursos poéticos que pone en juego, además de los medios que, supuestamente, documentan el testimonio escritural son de una riqueza sobresaliente. Cartas, cuadernos, libretas de canciones, etc. constituyen el acervo “documental” ficticio que da cuerpo a sus relatos. Esto le permite recrear distintas modalidades discursivas que dan variedad y riqueza a sus textos, y que simultáneamente posicionan su obra en el panorama de modernidad que, si seguimos a los teóricos, es requisito fundamental de la novela. Espinosa es, pues, una de las voces más poderosas de la nueva literatura uruguaya y tal vez rioplatense. Échenle un ojo si tienen oportunidad.

Gustavo espinosa es autor de las novelas: 
China es un frasco de fetos, 2001
Carlota podrida, 2009
Las arañas de Marte, 2012
Todo termina aquí, 2016


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