22 de enero de 2022

Desamparo

En una ocasión, hace ya varios años, en conversación con la Diana y con el Iván, llegamos a la conclusión de que todavía quedaban varios autores mexicanos que no habíamos leído. Como ya teníamos una especie de club de lectura, no fue difícil armar una lista de autores y obras de nuestra tradición literaria que debíamos leer a la brevedad. En ese catálogo de pendientes, incluimos a una para mí desconocidísima Amparo Dávila. Coincidentemente, por esas fechas apareció el volumen de Cuentos completos de la autora editado por el FCE. Esto facilitó el trabajo de búsqueda, ya que, hasta ese momento, era más o menos difícil conseguir sus libros. Uno de los primeros cuentos que leí fue "Alta cocina". Lo elegí al azar, guiado sólo por su extensión. Me dejó asombrado tanto por su perfecta ejecución narrativa como por los efectos que me contagiaba su extraña anécdota. Asco, intranquilidad, desasosiego... Me seguí leyendo hasta concluir el libro. Admito que, en su totalidad, el conjunto de relatos es irregular. Hay algunos geniales y otros no tan buenos, pero todos ellos escritos con precisión y belleza, con la pluma de quien domina la lengua a la perfección. Sobre todo me dio la impresión de que me encontraba ante una autora de antes, de ese pasado glorioso de nuestras letras en el que los autores escribían con una conciencia clara de la tradición y del género, preocupados sólo por la obra y no por su figura autoral. Quise tanto a Amparito que hasta escribí un artículo académico sobre uno de sus cuentos, "Moisés y Gaspar" (búsquenlo, anda por ahí en PDF) y, hasta la fecha, sigo releyéndola y recomendándola. Tuve el privilegio de verla en persona y hasta conseguí que me firmara un libro. Murió recientemente (2020), pero, por suerte, alcanzó a ser objeto de reconocimiento tanto de las instituciones de la cultura como de sus lectores. Yo hice hice un dibujito para honrarla:


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